lunes, 18 de febrero de 2013

Milagros

Por Wilmar Vera

Es que en la cárcel no hay diferencia de días, que se repiten como el agua que sale de una llave abierta y las únicas diferencias pasan los fines de semana,  con la visita.


Por Wilmar Vera
La primera vez que lo detallé pensé que estaba loco. Se paraba frente al único estante de la pobre biblioteca de nuestra prisión y se quedaba observando una hilera en particular de libros y luego a la ventana, hacia el cielo. Una y otra vez, todos los días desde hacía varias semanas.
Al tercer día de percatarme de su existencia, me picó la curiosidad y yo, que me he caracterizado por hallarle respuestas a las preguntas, comencé como hormiguita a construir su historia.
“Milagros le dicen, lleva como cuatro años aquí y le faltan como otros cuatro”, me dijo Pintaíto, mientras se atarugaba de pan y agua panela con leche en su desayuno.
Hace días que hace la misma cosa, hasta el pluma lo deja porque es inofensivo y no le  estorba a nadie. Simplemente está como loco”, replicó en el almuerzo el viejo Migue, un costeño de Uramita, o algo así, al que le encantan los chistes de maricas y había asesinado a un travesti. Él dice que lo iba a atracar, otros que fue crimen pasional.
Su piel afectada por vitiligo daba la imagen de que la hubieran manchado con pintura rosada. Milagros, por lo único que rompía su extraña posición de estatua humana manchada, era por la hora de las comidas y los fines de semana. Es que en la cárcel no hay diferencia de días, que se repiten como el agua que sale de una llave abierta y las únicas diferencias pasan los fines de semana,  con la visita.
Un día me le acerqué, tímidamente, como un animal indefenso a otro que lo podría atacar, aunque yo sabía que nada me podría hacer. Así lo detallé: debía tener como 60 o 70 años, cabello negro largo y lacio como alambres, que peinaba hacía atrás con un brillo que parecía recién lustrada la cabeza, no usaba gafas, pero por la forma de arrugar los ojos al hablar se notaba que era muy miope.
-Hola, le dije.
Milagros me miró, hizo una mueca de sonrisa y con voz suave me respondió:
-Buen día.
-Busca un libro en particular, pregunté tontamente, como si hubiera de dónde elegir con una raquítica biblioteca, donde lo que abundan son códigos penales de hace muchos años, textos escolares amarillentos y tantos libros religiosos, novenarios, libros de oración y biblias que más que un centro penitenciario se creería que estamos en un  seminario.
-Espero, solo espero, me respondió y le di la razón a Petete, un gordo sicario al que en su última “vuelta” lo agarraron porque le dio un ataque de asma y se desplomó resoplando a pocas cuadras del lugar donde cometió el crimen.
Confieso que pasaba a ratos por la biblioteca sólo para saludar al viejo y me sorprendió cuando me dijo:
-Ya casi me voy, quiero decirle a usted adiós. Voy a ser libre.
- Y eso, don Milagros, ¿le llegaron noticias de su caso? ¿Le dieron condicional? ¿Se va a volar?
Abrió los ojos como si hubiera descubierto un secreto, luego sonrió con una risa huérfana de dientes y siguió mirando los volúmenes verdes, gruesos y caducos de teoría judicial. Nueva o vieja, eso no pasa de ser letra muerta y solo uno lo descubre cuando está en la cárcel.
Una mañana en el conteo faltaba un recluso y temí que  mis  palabras su hubieran hecho realidad.
Los dragoneantes Peña y Riscos subieron a la celda 23 y alarmados se pegaron de los pitos pidiendo refuerzos.
El viejo Milagros estaba en el baño desplomado, inerte, con los ojos abiertos, nos contó más tarde Peña. Hubo una rapiña con las pocas pertenencias: cuatro camisas semitransparentes de lo viejas, un par de chanclas remendadas, dos pantalones a punto de partirse en jirones y un libro, un libro pequeño de insectos. El Yanqui, Burro y Pablito se quedaron con sus pocas cosas y a mí me dieron el libro, porque yo era el único “amigo” que tenía. Que tristeza pasar por esta vida y no dejar alguien que al menos lamente su muerte. Es como tener el más bello paisaje pero no tener ojos para contemplarlo.
Al segundo dìa de su fallecimiento me fui al estante de libros y me paré en el sitio donde solía estar Milagros. Miré la línea de libros: “Código Penal actualizado -1999-“, “El derecho de las gentes y las gentes al derecho”, “La presunción de inocencia en el código penal colombiano”… Nada interesante. Miré a la ventana y pude notar un ángulo por donde no se veía el muro que nos separa de la calle, de la libertad. Se veía el cielo que ese día era azul brillante, como un canto a la vida en medio de este enorme ataúd, donde la tapa es precisamente el cielo.
Tomé el libro más grande, con intención de meter junto a ellos el que tenía de Milagros, cuando noté un movimiento extraño. Algo se movió atrás de los libros y, tímidamente, revoloteó una mariposa amarilla con líneas negras. Se me acercó hasta la nariz y como si hubiera adivinado el camino, remontó  a la ventana y salió dando giros  de novata hasta el cielo.
-Ahora sí son libres, me dije sonriendo y guardé el libro. Los dragoneantes hicieron sonar sus pitos. Hay que contar a los presos en el patio, otra vez, pero sé que les faltarán dos…

Carticas desde el encierro (4)


viernes, 15 de febrero de 2013

En periódico DE LA URBE


Por Jorge Ignacio Sánchez         
nachosanchezo@gmail.com
El sábado 2 de febrero en la red Twitter corrió el reclamo de la esposa y varios
amigos del periodista Wilmar Vera. Preguntábamos por su paradero. Lo que
se sabía era que el Instituto Nacional Penitenciario, INPEC, lo había sacado
a las tres de la mañana de la cárcel San Bernardo, en Armenia, sin avisarle a la familia. Aunque la entidad no está obligada a anunciar estos movimientos, los hechos que
han rodeado la detención de Vera han puesto en alerta a su esposa, Ángela David. A
su abogado. A sus amigos.
Desde el 6 de junio de 2012, cuando fue sacado de su oficina de profesor de la
Universidad de La Salle en Caldas, Antioquia, se tendió una sombra de dudas sobre el
profesor.
Un avión de la Policía viajó desde el eje cafetero para trasladarlo de inmediato a
la ciudad de Pereira. La razón: la Fiscalía General de la Nación lo señala como autor
intelectual o determinador del asesinato de Alexánder Morales Ortiz, un precandidato
al Concejo de Pereira, que fue su alumno y amigo, con quien tenía negocios particulares
y a quien, según Ángela, Wilmar admiraba.
En tres audiencias, la Fiscalía le imputó cargos y un juez de garantías lo privó de la
libertad. Hoy, privado de su libertad, asegura ser inocente. Lo reafirma en manuscritos.
Lo repite hasta el cansancio en llamadas telefónicas. Lo publica en su blog. Ante el juez
y ante quien le pregunte, niega ser el determinador, en contravía de lo que afirma el
Coronel Gonzalo Londoño,  Comandante de la Policía Metropolitana de Pereira, quien
en declaraciones a la prensa aseguró que “el móvil definitivamente fue económico. Él
había entregado un dinero, había invertido en una mina y, ante el incumplimiento reiterado del señor excandidato Alexánder Morales, pues fue lo que ocasionó que él ubicara
a unos sicarios para causarle la muerte”.
Esta es, en síntesis, la acusación de la Fiscalía contra Vera Zapata. Se basa en el
testimonio de Carlos Andrés Velásquez Villada, el sicario capturado y sindicado por el
crimen. Testimonio entregado un año después de ocurrido el crimen.
La audiencia para su defensa, prevista para el 7 de diciembre pasado, se canceló sin
explicaciones muy claras. Se programó para el primero de febrero de 2013. La última
fiscal asignada tramitó un nuevo aplazamiento ante el Juzgado Quinto Penal de Pereira
y ante el abogado de Vera. La petición fue rechazada. El día de la audiencia, a las cuatro de la mañana, pocas horas antes de la cita, la fiscal se hospitalizó de urgencia. Sin
ella, la audiencia se postergó nuevamente para el 4 de febrero. A la fecha, son cinco los
fiscales que han asumido el caso. Tres se han enfermado súbitamente.
Comparto con Ángela, la esposa de Wilmar, varias de las preguntas sobre la acusación que pesa contra el periodista:
¿Qué explica la alta rotación de fiscales en este caso?
¿Quiénes son los testigos de la Fiscalía? ¿Estamos ante otro caso en el que, para
mostrar efectividad, la Fiscalía construye los testimonios a la sombra de negociaciones
con delincuentes reconocidos?
Según la Fiscalía, Jílder Antonio Aricapa Motato, apodado ‘El Indio’, era el intermediario de Vera con los autores materiales. Pero habría celebrado reuniones en
sitios públicos con todo el grupo para entregar el dinero, a los ojos del sicario. Esa es
la empresa criminal que Wilmar montó, según la Fiscalía. Entonces, ¿para qué un
intermediario?
¿Por qué, solamente un año después de los hechos, el sicario dice haberse reunido
con Wilmar y, supuestamente, ver la entrega del dinero al encargado de coordinar el
asesinato? Es muy curioso el argumento de la Fiscalía, según la cual, el sicario preguntó
al intermediario quién pagaba el trabajo, porque “él no trabajaba sin tener la plata por
delante”. Esa “regla” habría justificado la famosa reunión en la que el intermediario,
para tranquilizar al gatillero, le dijo que el contratante se llamaba Wilmar Vera. Ridículo.
¿Puede existir algún interés en señalar un culpable y ocultar a los verdaderos responsables? Las actuaciones jurídicas durante el proceso generan muchas inquietudes.
En la red Twitter circulan llamados a la justicia y la solidaridad rodea a Wilmar y a
su familia. Sus alumnos, compañeros y amigos de la Universidad acompañan a su esposa
y a su hija de nueve años, para quien tampoco  tiene sentido lo que ocurre con su padre.
Aunque la privación de su libertad no se relaciona con el ejercicio periodístico,
algunos periodistas han tomado el caso como un emblema. Y para mí, que lo conozco
y confío en él, es difícil dejar pasar la ocasión sin exigir a la Fiscalía seriedad en sus
acusaciones; al Instituto Penitenciario y Carcelario, INPEC, seguridad para él (en dos
ocasiones lo han encerrado en la cárcel con el sicario, quien lo amenaza de muerte);
y, finalmente, a los amigos, solidaridad y respaldo al colega que, tal vez, es otro chivo
expiatorio de una justicia amañada y selectiva.  

domingo, 10 de febrero de 2013

Esta fue la ligereza con que se dio la noticia en RCN TV:


Capturan a ex decano de Periodismo por asesinato de un estudiante



Última actualización: 08-06-2012 8:44 pm
Fuente: Canal RCN
Detrás del asesinato de un estudiante podría estar su profesor. El ex decano de una facultad de Periodismo fue capturado como presunto autor intelectual del homicidio de un alumno.
Al parecer, diferencias de dinero, entre el profesor y el estudiante, provocaron el crimen.
 La víctima era candidato al Concejo de Pereira cuando fue atacado por sicarios.

El profesor universitario dictaba una clase en Medellín cuando fue capturado
por la policía señalado como presunto responsable del homicidio del estudiante
y pre candidato al Concejo de Pereira Jhon Alexander Morales, ocurrido en marzo de 2011.

Los hechos se presentaron en el centro de Pereira cuando un sicario llegó hasta
un restaurante y asesinó al joven político. El presunto homicida fue capturado por
 la policía cuando escapaba.

En el momento del crimen Wilmar Vera se desempeñaba como decano de la
 facultad de Comunicación Social y Periodismo en una universidad de Pereira
y era profesor del joven asesinado.

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Nacional

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Cartago Noticias, 8 de febrero


Wilmar Vera Zapata, símbolo de unidad nacional del periodismo este 9 de febrero
Wilmar Vera Zapata, quien fuera Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Católica de Pereira, se encuentra imputado por la muerte de su ex alumno Alexander Morales Ortiz y con quien sostuvo una estrecha amistad durante años.

Wilmar Vera Zapata
Wilmar Vera Zapata, quien fuera Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Católica de Pereira, se encuentra imputado por la muerte de su ex alumno Alexander Morales Ortiz y con quien sostuvo una estrecha amistad durante años.
El supuesto motivo del crimen, según la Fiscalía, fue la no devolución de un dinero por parte de Morales a Vera Zapata, correspondiente a un negocio relacionado con una mina de carbón en la Jagua de Ibirico, en el departamento del Cesar, asunto que no funcionó como se había acordado. En ese negocio también participaron otras personas de Pereira y Bogotá.
La acusación de la Fiscalía contra Wilmar Vera se basa en el testimonio que rindió el sicario capturado y sindicado por ese crimen, Carlos Andrés Velásquez Villada, versión que no dio en las primeras audiencias ni en el juicio en su contra, sino en una declaración un año después del crimen.
Wilmar Vera Zapata le dictó el taller FUTURO DEL PERIODISMO, el día 11 de febrero de 2006 en el auditorio de la Cámara de Comercio, a los miembros del Círculo de Periodistas de Cartago CPC.
El proceso en contra del Periodista ha sido irregular, pues han participado cinco fiscales quienes han renunciado en su momento y de acuerdo a la defensa, el Estado a través de la procuraduría y la Fiscalía han pretendido vulnerar los derechos fundamentales del imputado.
El caso del periodista Wilmar Vera Zapata, es el símbolo de unidad nacional del gremio, este 09 de febrero día del Periodista Colombiano.

Declaraciones al Otún TV